Portada
Introducción
Cuentos
Carta a una señorita en París
Lo fantástico
Cortázar y lo fantástico
Medios para presentar lo fantástico
El espacio
Animales y autoterapía
Bibliografía consultada
|
Medios para presentar lo fantástico
Primero veamos si tratamos de un cuento fantástico –según nuestros
criterios, claro– o no. Nadie puede negar que tenemos un hecho
insólito en el centro del cuento: el narrador de cuando en cuando
vomita un conejito. Los conejitos son negros, grises y blancos, son
perfectamente nítidos –cosas totalmente normales en el caso de
los conejos– pero nacen en una garganta humana... Las razones de su
aparición, en un hombre aparentemente normal, con un trabajo normal,
en una ciudad normal, no lo son.
Este fenómeno extraño nos acompaña hasta el final del cuento y no
se resuelve en un modo tranquilizador, no se explica según las
leyes de nuestro mundo, los conejitos no son alucinaciones
paranoicas. Tampoco podemos dar una explicación que colocaría el
fenómeno dentro de otro mundo. La vacilación, la duda del héroe
también está presente en la obra: no necesitamos más pruebas para
atestiguar que hemos encontrado un cuento fantástico.
En los capítulos siguientes examinaremos el simbolismo en el
cuento, que complementa rodea el nudo fantástico.
El espacio
En cuanto a la función del espacio en la obra literaria no se suele
formular una teoría, en la mayoría de los casos se limita a
presentar una serie de datos informativos, generalmente en relación
con los personajes.
La mayoría de los relatos de Cortázar «sitúan sus acciones en
Buenos Aires, en París y, en menor grado, en París y Buenos Aires
al mismo tiempo, Con menos frecuencia el autor deja sin especificar
el lugar. (...) Por lo tanto, en la mayoría de los relatos, París
y Buenos Aires sirven como a) englobantes, si el espacio
tópico –el lugar donde se suceden los acontecimientos– queda en su
interior, y b) englobados si el espacio tópico está
localizado en los alrededores, en las afueras.»
El espacio cerrado. «En una gran parte de los relatos del
escritor argentino, las acciones de los personajes ocurren en tres
tipos fundamentales de espacio cerrado: la casa o el apartamento, el
ómnibus o el metro y una sala de espectáculos como el teatro o el
cine.»
Carta a una señorita en París es uno del primer tipo –en la
compañía de Cefalea, Casa tomada y Bestiario del mismo tomo–, y no
es excepción a la «regla»: la acción del espacio cerrado sobre los
personajes posee carácter negativo. El espacio opresor es «un
obstáculo que se interpone "al progreso del héroe", que
sólo puede liberarse de su estancamiento saliendo a un espacio
abierto [6]», aunque sea para encontrar en él la muerte.
Cuando el personaje se encuentra solo (o prácticamente solo, como
en el caso de nuestro narrador, que comparte el piso con Sara) el
espacio ya no es la casa, sino el apartamento.
El espacio como espejo de la mente. Varios son los relatos de
Cortázar en los que el espacio exterior y el del interior de la
mente se confunden o identifican. En Casa tomada se produce una
relación entre la distribución de la casa y el psiquismo humano.
«Cortázar nos describe una casa con dos partes bien diferenciadas,
una de las cuales es precisamente la que está en el fondo de esa
"casa profunda" y que sus habitantes no utilizan (...) y
entre ambas partes se encuentra una maciza puerta de roble que
aislaba esa parte del ala delantera. (...) De esta forma
consideramos la parte más retirada de la casa como inconsciente y
la parte delantera, el preconsciente, y así entre ambas (...) la
censura.»
La relación entre Verano y Casa tomada parece evidente por la
repetición de una pareja rutinaria que habita una casa y
la presencia de ruidos en la noche representan deseos sexuales
reprimidos –que adoptan una forma concreta, la de un caballo.
En Carta a una señorita en París es evidente la relación entre el
espacio –el apartamento de Andrée– y su alma. «El propio narrador lo
deja claro, pues precisamente su catástrofe sobreviene por
"entrar en un ámbito donde alguien que vive bellamente lo ha
dispuesto todo como una reiteración visible de su alma"»
Cuatro relatos de Bestiario presentan de una forma más o menos
clara la relación espacio-mente, simbolizando que los fenómenos que
acontecen en el espacio no son sino metáforas de los procesos
psíquicos de los personajes, y en ellos el problema viene dado
por la presencia de animales.
Animales y autoterapía
«Crecí en Banfield, pueblo suburbano de Buenos Aires, en una casa
con un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras: el
paraíso.» «Desde niño el reino vegetal me ha sido profundamente
indiferente (...) En cambio los animales me fascinan: el mundo de
los insectos, de los mamíferos, descubrir poco a poco afinidades
y similitudes: yo considero que el gato es mi animal totémico y los
gatos lo saben.»
La figura del animal relacionada con la enfermedad. El animal
puede personificar la aflicción o enfermedad misma o al menos
encarnar síntomas de ella –en "Cefalea", donde el espacio
de la casa, con las mancuspias haciendo ruidos sobre ella se
confunde con el dolor de cabeza de los protagonistas [7]. Carta a
una señorita en París se basa en una enfermedad personal [8]: «el
cuento de los conejos coincidió con una etapa de neurosis bastante
aguda y al escribirlo se curó. Ya que se ha establecido la semejanza
de vomitar conejos con la producción de escritura.»
«La figura del animal, un deseo encarnado, simboliza al elemento
bárbaro renovador que provee una manera de contrarrestar y
sobrevivir las contradicciones de la modernidad.» El nacimiento (y
el comportamiento) grotesco de los conejitos pretende limpiar y así
liberar al individuo de la enfermedad de la modernidad; pero el
protagonista es incapaz de aceptar la cura de la manera que su
propio cuerpo propone: la resiste y, por eso, muere.
El protagonista es un individuo en conflicto: «yo no quería venirme
a vivir a su departamento...» dice pero luego nos revela: «vine a
descansar a su casa». No se saben con claridad todos los factores
que componen su crisis, pero los síntomas de la modernidad son
evidentes: el cambio constante («he cerrado tantas maletas en mi
vida»); la presión del trabajo y las tareas; y por encima de todo,
mudarse al ambiente de la otra. Así mismo, todas las cositas finas
que no se pueden tocar, los signos de mujer refinada (también fuera
de su alcance), oprimen al protagonista: «Y yo no puedo acercar los
dedos a un libro (...) destapar la caja de música, sin que un
sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como un bando
de gorriones».
A lo mejor es la instalación del protagonista en ese espacio
ordenado el motor de la acción, la causa de un desorden que
culmina n la degradación, en el destrozo de los objetos y muebles
llevado a cabo por los conejitos.
Él no puede, pero los conejos, sí. «El conflicto interno del
protagonista le provoca una reacción corporal: vomita el primer
conejo al subir para instalarse en el departamento. Cuando resuelve
no matarlo se siente "desorientado pero no infeliz, no
culpable...". Así, los conejitos se presentan como una vacuna
contra el orden nocivo del departamento: como buenos corpúsculos, se
multiplican y atacan al tóxico.»
«Los conejos corrompen el tiempo, cambiando el día por la noche.
Inventan su propio espacio, un espacio lúdico fuera de las reglas de
la sociedad y la modernidad. Crean un mundo nuevo, un mundo
interior, bajo el triple sol de la lámpara. Introducen el desorden
del juego, un jugar agresivo que destruye los objetos que signan la
cultura. El pobre protagonista no puede descansar ni mucho menos
sentarse para continuar su trabajo de intelectual.»
«Su cuerpo –productor de conejos– cambió, produjo más que "lo
normal", y él no sabe enfrentar el cambio, su propio devenir.
Por lo tanto, no sabe transformar sus rituales de acuerdo con sus
nuevas necesidades. Aunque es de su mismo cuerpo que proviene un
carnaval liberador, él es incapaz de comprender la posibilidad de un
orden nuevo, distinto de lo del mundo. (...) Los conejos no curan al
protagonista integrándole a su carnaval grotesco, pero puede ser
que lo salven al llevarlo a una muerte alegre y renovadora.»
[6] En la Casa tomada el influjo del espacio cerrado es más
fuerte; «el aislamiento espacial se une al aislamiento temporal –los
dos hermanos viven distanciados de la sociedad y sus problemas– y
al aislamiento humano.» [Volver]
[7] Cortázar sobre esta pareja: «Imaginé una pareja que es un
poco la pareja de "Casa tomada", más confuso todavía
porque no se sabe si son dos hombres o dos mujeres o un hombre y
una mujer, si son marido y mujer, si son hermanos.» Además la pareja
cuida de las mancuspias con el mismo orden y rutina con que en
"Casa tomada" se cuida la propia casa. [Volver]
[8] «Los cuentos de Bestiario, varios de los cuentos de ese
mi primer libro de cuentos, fueron, sin que yo lo supiera (de eso me
di cuenta después), autoterapias de tipo psicoanalítico. Yo escribí
esos cuentos sintiendo síntomas neuróticos que me molestaban pero
que jamás me hubieran obligado a consultar a un psicoanalista.» [Volver]
|